No hace falta abrir mucho los ojos para ver cómo el mundo va cambiando. Tenemos la tecnología y la electrónica al alcance de nuestras manos. “Gadgets” que nos hacen la vida más sencilla y que nos permiten estar interconectados desde cualquier lugar y a cualquier hora gracias a las herramientas y aplicaciones que nos ofrecen. Y a precios asequibles a la mayoría de ciudadanos. Aunque claro, todo esto conlleva un coste, un contra que hace que acciones tales como enviar flores a domicilio hayan quedado a la altura de una moda pasajera, una acción totalmente anacrónica de la que solo aquellos más bohemios siguen usando para demostrar aquello que sienten.
Me surgen infinidad de preguntas, pero creo que se pueden sintetizar en una muy contundente ¿Estamos ante una crisis de valores? Puede. La sinceridad, el amor o la amistad están desapareciendo, o peor aún, se están banalizando, adquiriendo un tono materialista resumido a un número de seguidores, amigos o “followers” en aquellas redes sociales de interés mundial. Se está sustituyendo enviar flores a domicilio por un “me gusta” o un comentario. Un paralelismo tan explícito que muestra cómo la esencia de las personas de hoy en día es muy diferente a las de hace 30 años. Con esto no quiero hacer ver que estos nuevos métodos son causa de semejante problema, pero si que están facilitando el susodicho cambio como medio, como canal, como correa de transmisión.
¿Una solución a esto? Creo que sí. No quiero resultar osado, pero creo que la podría haber. La educación. No perdamos la esperanza en ella. Se debe de concienciar desde los colegios a esos alumnos que son presas, prisioneros de las redes sociales y enseñarles a usarlas como herramientas complementarias para nuestras vidas, en ningún caso como substitutos a la interacción física. En el ser humano se despiertan emociones a estímulos. No hay que avergonzarse de lo que sentimos, sino sentirnos orgullosos
Por eso se debería de enseñar a canalizar y mostrarlo tal y como es, no a través de la tecnología. Despertémonos de semejante letargo y mostremos a los ciegos que nunca llegará a equipararse una interacción virtual a poder ver los ojos llenos de lágrimas de aquella persona después de recibir ese ramo de flores a domicilio por el que tanto empeño hemos puesto y podernos fundir en un cálido y afectuoso abrazo.