La materialización de un momento irrepetible
Nunca me había gustado, hasta ahora, recibir como regalo un ramo o una flor natural. Me indignaba profundamente la crueldad de permitir morir algo tan bello.
Tanto más me indignaba cuanto más generoso fuera el chico que me lo regalaba.
Nunca quise la flor natural arrebatada de su espacio, robada a la naturaleza, desarraigada de sus orígenes…Tan mal me sentía, tan poco delicada… Ahora lo pienso y siento rabia y risa al recordar aquellos tiempos en que los chicos te regalaban flores.
Rabia, por no haber sabido valorar. Risa, de visualizar mentalmente las caritas de perplejidad de aquellos románticos empedernidos que te asaltaban en la adolescencia, ante una chica tremendamente desagradecida y ¿rara?
En cambio, ahora, cómo disfruto cuando alguien me regala flores…¡qué momento!, ¡qué instante!, ¡qué fugacidad!.
Por suerte, cada vez son más los románticos que te sorprenden a modo de anuncio de desodorante, regalándote flores naturales.
Con la maceta me aseguraba la perdurabilidad de ese mágico instante en que te la regalan, en que te sientes tan fresca, tan llena de vida, tan perfumada, admirada o halagada. Sin embargo, en la actualiadad, puede enriquecerme de la magia de ese instante, de esa flor fresca, natural, porque cada momento de la vida es irrepetible y, ahí, en esa fugacidad es donde realmente puedo contemplar la belleza etérea de su majestuosa frescura.
Regalar flores naturales es algo más que un gesto de elegancia y buen gusto, es la materialización de un momento irrepetible.
Fdo. Belén