En la medida que nos invaden el hormigón, el asfalto y el vidrio, el hombre siente, cada vez más, la necesidad de contactar con la naturaleza.
En las grandes urbes, muchas personas, hombres y mujeres, pasan horas encerradas entre cuatro paredes y, en la mayoría de los casos, delante de la pantalla del ordenador.
Siempre se ha dicho que el perro es el mejor amigo del hombre, pero, ¿alguna vez nos hemos parado a pensar lo que son para nosotros «NUESTRAS AMIGAS LAS FLORES»?
Las plantas son seres vivos que se conducen como la mayoría de las especies del reino animal. Nacen, viven y mueren. Su comportamiento es admirable; ejercen efectos benéficos o maléficos en nuestra vida y en nuestro organismo según que plantas y en qué forma las utilicemos, pero de eso hablaremos en sucesivos artículos.
A diferencia de los llamados animales de compañía, las plantas no nos piden más que agua, un poco de abono y cariño. No se suben a los sillones ni nos arañan las cortinas.
Aunque se quejen, y se quejan, no oímos sus lamentos porque lo hacen de forma tan delicada que sólo con un polígrafo podríamos detectar lo que nos dicen.
Nuestra vista descansa al contemplarlas y nuestro espíritu se relaja con sus influjos.
Algunas plantas como las Alpidistras y algunos tipos de Cactus, como los Peruvianos, absorben parte de las radiaciones que se generan en el entorno del ordenador.
Las flores, por su parte, son lo más hermoso que nos muestra la naturaleza. Ellas han inspirado a pintores, escultores y poetas; algunos, como Cesáreo Gabaraín han escrito:
«Las flores son como un beso,
un bello canto de amor,
son fiesta, luz y alegría
y lágrimas de dolor»
La vida sin flores no tendría sentido. Ellas nos acompañan a lo largo de nuestra vida, en los momentos más importantes: nacimiento, bautizo, comunión, boda, y, al final, son el homenaje póstumo de los vivos a los muertos.
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